Santa Cruz suma otra fila: ahora escasean las garrafas de GLP
A largas filas por gasolina y diésel, ahora se suman las filas por garrafas de gas licuado de petróleo (GLP). En una distribuidora ubicada entre el tercer y cuarto anillo de la avenida Virgen de Cotoca, decenas de personas esperan durante horas para acceder al producto básico, en medio de una creciente molestia e incertidumbre.
"Antes solo hacíamos fila por gasolina, ahora también por gas", dice resignado un vecino que asegura haber llegado desde el noveno anillo, según reporte de un medio televisivo. Otro relata que en su barrio hace tres meses no pasa el camión distribuidor y que, al no tener movilidad, debe buscar alternativas para cargar sus garrafas. "En los mercados están vendiendo hasta en 40 bolivianos", asegura.
El precio regulado es de Bs 22,50, pero la escasez ha disparado la especulación en tiendas de barrio y ventas informales, donde los precios suben dependiendo del “rostro” del comprador. "A los que llegan en auto sí les venden, pero a los que vienen con carretilla nos niegan", denunció una vecina que lleva desde las seis de la mañana en fila.
La distribución también es restringida. En algunos casos solo se permite comprar una o dos garrafas por persona. "Venimos con la esperanza de llevar lo justo para cocinar en casa, pero no sabemos si alcanzará", lamentó otro ciudadano.
Desde la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH) se informó que el despacho diario de garrafas en Santa Cruz supera las 40.000 unidades, y que el pasado lunes llegó a 48.639 garrafas, impulsado por una mayor demanda debido a las bajas temperaturas.
Sin embargo, esto no se traduce en abastecimiento en las zonas alejadas. Muchos vecinos denuncian que las agencias distribuidoras no tienen stock y en tiendas de barrio se comercializa el producto hasta en Bs 40, fuera del control oficial.
La situación refleja una profundización del desabastecimiento de combustibles en Bolivia. Mientras el Gobierno no da señales claras sobre cuándo se normalizará el suministro, la población vive una rutina marcada por la incertidumbre, las madrugadas y el encarecimiento de productos esenciales.
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