Evo Morales y sus seguidores están llevando adelante una campaña activa para promover el voto nulo en las elecciones generales del 17 de agosto, con el objetivo de convertirlo en un referendo simbólico que exprese rechazo a una votación que consideran deslegitimada. Aseguran que esa será la forma de demostrar que no hay representación política para sectores populares sin su participación en las urnas.

Morales ha sostenido que este mensaje ha permeado profundas capas de la población: “El pueblo no se equivoca, y por eso crece la propuesta: si Evo no está en la papeleta, mi voto es nulo”. Sus apoyos han abierto casas de campaña en diversas regiones, desde el Chapare hasta Santa Cruz, traduciéndose en una movilización casa por casa y en transporte público para instruir a la gente a anular su voto o escribir “Evo Presidente” en la papeleta.

Desde su perspectiva, si el resultado muestra una mayoría significativa de votos nulos —más del 50 % en algunos reportes— servirá para cuestionar la legitimidad del próximo gobierno y, en su visión, restituir apoyo a su liderazgo fuera del proceso electoral formal.

Mientras tanto, el presidente Luis Arce y el gobierno han rechazado esta estrategia, advirtiendo que favorecerá a las fuerzas de oposición y beneficiará a la derecha. Según ellos, promover el voto nulo es una acción de índole personal que debilita la participación democrática y diluye el respaldo a candidatos populares.

Analistas prevén que, de materializarse un voto nulo elevado, se generará un escenario de polarización agudizada, baja legitimidad institucional y profundización de la crisis política postelectoral.