La cantante colombiana Shakira y el exfutbolista Gerard Piqué han dado un paso más en la liquidación de su patrimonio tras su sonada ruptura: este verano de 2025, la pareja ha logrado vender una de las tres viviendas que conforman su complejo residencial en Esplugues de Llobregat, Barcelona. La transacción pone fin a un capítulo pendiente que llevaba abierto más de tres años.

Según Architectural Digest España, la propiedad se vendió por algo más de tres millones de euros, muy lejos de los doce millones que se pedían inicialmente. La mansión, de aproximadamente 700 metros cuadrados, forma parte de un complejo de casi 4.000 metros cuadrados diseñado en 2012 por la arquitecta Mireia Admetller, compuesto por tres residencias interconectadas. El resto del complejo continúa en venta.

La vivienda, inscrita a nombre de la sociedad vinculada a Piqué, Inversiones BCN Two & Two SL, combina arquitectura contemporánea y estilo minimalista. Cuenta con seis dormitorios, cinco baños, amplias terrazas, salón espacioso, cocina con isla central, piscina interior y exterior con cascada, gimnasio, biblioteca, sala de cine y un estudio de grabación donde Shakira trabajó en numerosas ocasiones. En el exterior se incluyen un campo de fútbol y una pista de pádel, reflejo de la pasión deportiva de Piqué. La propiedad dispone además de ascensor y accesos adaptados para personas con movilidad reducida.

Más allá de su valor económico, la mansión tiene una carga emocional significativa para la expareja. Fue allí donde consolidaron su vida en común, vieron crecer a sus hijos Milán y Sasha y vivieron tanto celebraciones como conflictos. Según medios tras la separación, fue en esta misma casa donde Shakira empezó a sospechar de la infidelidad de Piqué, lo que convirtió algunos espacios en escenarios incómodos.

La venta no estuvo exenta de diferencias. Mientras Shakira defendía un precio cercano a los doce millones, Piqué prefería aceptar una rebaja para cerrar la operación. Finalmente, el acuerdo se cerró en poco más de tres millones, marcando un avance simbólico en la división de bienes de la pareja.

Aún queda por resolver el destino de las dos viviendas principales del complejo, valoradas en conjunto en más de once millones de euros. Su venta significaría el cierre definitivo de un capítulo que comenzó como un proyecto familiar y terminó convertido en símbolo de una relación fallida.